Cada día, millones de personas alrededor del mundo se suben a un avión para realizar un trayecto por aire. El aeropuerto de Barcelona – El Prat, uno de los más importantes del país, registra nada menos que una media de 100.000 pasajeros diarios. Este volumen de personas implica una compleja gestión de los productos que se consumen y se generan en las terminales aeroportuarias, como alimentos, energía eléctrica, o residuos. El impacto ambiental de estos edificios y de las aeronaves que transitan en ellos es importante, y por esta razón la entidad pública de Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea (AENA) se encarga desde el año 1999 de verificar y monitorizar el cumplimiento de las políticas medioambientales de los aeropuertos nacionales.
Barcelona – El Prat fue el primer aeropuerto español en obtener la certificación ISO 14001 para su sistema de gestión medioambiental, en 1999. Este modelo de gestión vela por el cumplimiento de la legislación medioambiental vigente, propone nuevas medidas de mejora continua en materia de políticas medioambientales, y actúa para prevenir la contaminación del entorno natural cercano al aeropuerto. Desde entonces, la mayoría de aeropuertos españoles ha ido implantando la normativa ISO 14001 de gestión medioambiental.
La gestión de residuos también es un punto contemplado en la normativa. Los aeropuertos generan diariamente una gran cantidad de residuos, tanto urbanos como peligrosos. El primer tipo, mayoritario, es el que se produce en los restaurantes, comercios… fruto de la actividad de las personas. Los residuos peligrosos, tales como aceites minerales usados, baterías e hidrocarburos, representan un potencial peligro para la salud humana y la naturaleza, y por lo tanto deben tratarse de manera adecuada.
Por lo tanto, aunque los aeropuertos generan un gran impacto en el medio natural de su entorno, los sistemas de gestión medioambiental certificados por la norma ISO 14001 permiten el estudio extensivo de todos los aspectos medioambientales afectados por las instalaciones y proponen medidas paliativas, para minimizar así sus efectos negativos sobre la naturaleza.